(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


miércoles, 29 de diciembre de 2010

Nicole y Marian.


Metió dos camisetas, dos pantalones, dos bragas y un par de calcetines en la bolsa de viaje. Se acordó del cargador y lo guardó en el bolsillo exterior junto con los accesorios de la cámara. Después de setenta y cinco días escogió una melodía para su móvil y lo metió en su bolsillo, para empezar a atender todas las llamadas. Se colgó la cámara al cuello y se fotografió antes de emprender su viaje. Antes de quitarse el disfraz. Su mirada estaba ausente, sus labios formaban una fina línea violácea y un ligero rubor coloreaba sus mejillas. Subió el volumen de sus auriculares al máximo y esperó a que la puerta se abriese. Estaba asustada, las manos le temblaban y una fuerza extraña la obligaba a retroceder, reordenar su armario y a volver a apagar el móvil. Alguien la tocó por detrás.


-No te vayas, Nicole- pudo leer en los labios de su hermano.

Ella se limitó a negar con la cabeza y, de un impulso, abrió la puerta y bajó las escaleras con rapidez.

La estación estaba desierta y las vías empezaban a palidecer debido a la nieve que el cielo iba vertiendo a lo largo de los días de enero. Decidió esperar de pie, ignorando que Marian, una cincuentona de ojos azules, se había sentado detrás suya y que, con descarado disimulo, escrutaba cada una de sus pecas. Parecía frágil a la mirada cristalina de esta extraña, quien se percató de las lágrimas que comenzaron a escaparse de los ojos de la chica del jersey a rayas. Llevaba la música tan alta que podía escuchar cada uno de los intrumentos que componían la canción, claro que no era la clase de música que Marian escuchaba. Demasiada guitarra para sus oídos. Ella se decantaba más por el piano. Una de las cosas que también le sorprendió fue la quietud de aquella mujer que parecía desecha. Apenas parpadeaba, en algunos instantes llegó a pensar que se había convertido en roca o que el frío la había anclado a las vías.

El tren llegó y Nicole se vio reflejada en las ventanas tintadas que se sucedían unas tras otras, hasta que el tren frenó. Miró con lágrimas su bolsa y apretó los párpados con fuerza para dejar caer las últimas gotas de lluvia que le quedaban. Elevó el rostro, abrió los ojos de par en par y esperó a que el frío congelara el desbordamiento de sus ojos. Con dos prendas, dos mudas, treinta contactos en la guía telefónica y setecientas libras en el bolsillo dejó atrás nueve millones novecientos noventa y tres mil veintiséis minutos de planes y mapas, en los que dedicó tiempo y esfuerzo. Dejó atrás diecinueve años de búsqueda para que después, bajo la ducha y, en apenas tres segundos, se encontrara a sí misma: sola, infeliz y temblando del miedo a seguir viviendo. Cuando dio el primer paso y se adentró en el vagón ese miedo empezó a disiparse, aunque ella aún notara al corazón angustiado. No se percató de que en realidad no era miedo, sino el comienzo de una leve sonrisa.

Marian siguió a la chica y, mientras leía Cumbres borrascosas, se olvidó del argumento y decidió configurar a su manera la vida de la chica que parecía una roca. Sacó un cuaderno y empezó a garabatear su rostro gélido. Apunto unas notas al pie de página y llegó a su destino. Bajó a regañadientes y le dedicó una sonrisa a la chica. Quién sabe si volverían a verse.

2 comentarios:

  1. ¡Me encanta! Siempre te digo lo mismo pero es que es una gran verdad, escribes tan bien, me transporta a ese mismo momento, al momento en que Marian dibujaba a la chica :)¡besos!

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  2. "Con dos prendas, dos mudas, treinta contactos en la guía telefónica y setecientas libras en el bolsillo dejó atrás nueve millones novecientos noventa y tres mil veintiséis minutos de planes y mapas, en los que dedicó tiempo y esfuerzo. Dejó atrás diecinueve años de búsqueda para que después, bajo la ducha y, en apenas tres segundos, se encontrara a sí misma: sola, infeliz y temblando del miedo a seguir viviendo."
    Es... es... *_______________*
    Ya no tengo palabras para decirte lo increíbles que son cada una de tus palabras.

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