Sonó el timbre, me desperecé sobre el sofá y acudí descalza
a la puerta. Abrí sin preocuparme de quién podía haber llamado al timbre. Sólo
era Raquel. Una amiga a la que conocí en el instituto. Una persona a la que
debería importarme perder, supongo. Recordé que siempre que alguien se dirigía
a mí, era sólo alguien que me había llamado, visitado o saludado; si me sucedía
algo, era sólo algo que me había pasado. Me di cuenta de que a mí sólo me
llamaban de vez en cuando personas concretas, que a mí sólo me miraban dos
extraños en el autobús de vuelta y que a mí sólo me gustaba un restaurante en
toda la ciudad.
Sin saludarla me dirigí al sofá y esperé a que depositara su
abrigo encima del respaldo. Luego empezó a hablar.
-Se ha acabado.
-Vaya, lo siento- traté de compadecerme sin éxito. Comprendí
que se refería a una de sus relaciones. Cambié de postura, me di cuenta que me
miraba y fijé la mirada en el radiador que había colocado junto al sofá.
-No podía más, sabes.
-Entiendo.
Me levanté y me dirigí hacia la cocina. Busqué algo que
ofrecerle pero nada más abrir la nevera me percaté de que esa semana también se
me había pasado hacer la compra. No había ninguna clase de aperitivo, así que
cogí una jarra, la llené de agua y regresé al salón. Puse un vaso frente a ella
y coloqué la jarra en el centro de la mesa. Me quedé esperando a que se sriviera. De
pronto oí como empezaba a sorber por la nariz. La miré. Se zafaba tras su
flequillo. Lloraba lento, muy lento. Me senté a su lado y ni siquiera rompió a llorar
desconsoladamente, simplemente se limito a frenar el llanto, a taponar sus
fosas en silencio. Dejó escapar un suspiro y dijo:
-No sé enamorarme. No es que me equivoque a la hora de
enamorarme de la persona equivocada. Simplemente no sé qué es enamorarse y por
eso no sé hacerlo. Toda clase de afecto me llega en forma de una muralla
indestructible, en forma de unas promesas que nunca nadie ha pronunciado…
Promesas que quiero escuchar, certezas que necesito y pongo en la más mínima
atención que me prestan. Cada hombre que me mira... yo... yo siempre creo que
están enamorados de mí. Siempre parecen dispuestos a quererme, a desearme y yo…
ninguno de ellos se enamora, ninguno piensa en quererme. Muchos ni me conocen.
Ya te lo imaginabas, ¿no? ¿No parece algo evidente? ¿Tú te creías que todos esos hombres me querían?
Le acaricié la nunca y volví a mi sitio. Negué con la
cabeza. Ella cogió sus cosas y se marchó sin haber tocado el vaso, sin haber
rozado la jarra. Volví a cada una de las pausas de su discurso. A sus manos
rompiendo las esquinas de un ticket, al mechón de pelo que se le había colado
entre los labios, a sus tartamudeos, a las miradas que me dirigía implorándome
una respuesta.
Y lloré a solas. Sólo lloré a solas. Como siempre suelo
hacerlo. Sólo lloré porque era incapaz de sentir la necesidad de desahogarme.
Porque ella me necesitaba de una forma en la que yo nunca iba a necesitarla.
Porque yo sabía mucho de ella y yo jamás iba a dejarle saber nada de mí. Porque
lloraba cada día, me sentía sola cada día y nunca pude contarle nada de lo que
me destruía. Porque ni ahora ni nunca he sentido la necesidad de liberar las
cargas que se me acumulan en la boca del estómago, mis inseguridades, los
motivos por los que al fin al cabo, lloro a solas cada día. Quise decirle que
mi vida es eso, aguantar hasta romperme sólo cuando estuviese yo en casa, a
callar y siempre a esperar a que en algún momento del día dejase de llorar por
agotamiento. Pero nunca se lo dije.
Sólo esperé a que cesase, a que el vientre se relajase, a
que la garganta no gorgotease. Sólo sé que amaneció y que, cuando volvió para
disculparse, volví a llorar por lo mismo.
(no sabía qué esperar al venir a leer y caray. tienes el toquecito a murakami que pensé que tendrías. chapeau :] la gente que sois capaz de escribir de esta forma simplemente sois espectaculares.)
ResponderEliminarMe lo han dicho más de una vez y la primera vez que me lo dijeron ya hace años no me lo tomé muy bien. Pero porque es uno de mis escritores favoritos y simplemente el hecho de que unos párrafos mediocres como los que escribía y a veces escribo, no podían tener algo relacionado con ese talento tan característico de Murakami. Con el tiempo he entendido que es cuestión de influencias. En parte es lógico que tenga algo que ver por mínimo que sea, es mi base en la literatura japonesa y la mayoría de libros que leo a lo largo de un mes y a lo largo de todo un año, son de autores japoneses. Es imposible no llevar parte de sus páginas inscritas en mí.
EliminarEn lo que a mí se refiere, no veo nada de espectacular en lo que hago, pero de todas formas miles de gracias por el halago y por tu tiempo, de verdad.
Un beso :)
"Quise decirle que mi vida es eso, aguantar hasta romperme sólo cuando estuviese yo en casa, a callar y siempre a esperar a que en algún momento del día dejase de llorar por agotamiento."
ResponderEliminarNo te puedo explicar cómo me llegaron los últimos párrafos, y sobre todo esa frase. Es increíble, ¿no? Cómo podemos encontrar cierto refugio en las líneas que nos dejan otras personas, será que nos sentimos comprendidos de alguna forma sin que el otro nos diga "te entiendo".
En fin, gracias por compartir algo tan hermoso. Un beso :)
Precisamente yo creo que es una de las mejores cosas que puede ofrecerte la literatura. Muchas veces no encuentras las palabras para describir ciertas cosas, y sin embargo alguien en cualquier parte del mundo encuentra la forma. Y pasan a ser parte de ti.
EliminarGracias a ti por leerlo, de verdad.
Un beso enorme :)