De esas personas.

Ella era de esas personas que guardaban todas sus posesiones en cualquier objeto que le diese cavidad suficiente para seguir haciéndolo. No conocía realmente el reciclaje, el dejar todas sus vidas atrás, el arrebato de querer quemar todos sus recuerdos. Las libretas se ensanchaban, los billetes de tren pendientes a reunir en una página se acumulaban en una pequeña caja en donde una vez le vendieron unas bragas de oferta. El dolor que le habían infringido se amontonaba debajo de la cama. Y todo su pasado crecía debajo de ella. Ella jamás se olvidaba de alimentar cualquier clase de recuerdo. Como todos, era capaz de acostumbrarse al sufrimiento, pero nunca optó por sucumbirlo del todo.

Ella era de esas que tenían una caja de provisiones. Su caja contenía palabras, estructuras, prendas, alimentos, bebidas, expectativas, desilusiones, dinero y seguramente más de un billete de avión. Ella se aferraba a sus bocetos, a su silueta desdibujada, la que deambulaba en la ciudad en la que tendría que haber existido desde el principio. Y mientras perdía las fuerzas a medida que la cuerda en la que colgaba iba cediendo, deshaciéndose, veía cómo aquellos cuyas cajas, cajones y armarios estaban vacíos, conseguían aquello por lo que ella estaba dando la vida.