(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


sábado, 20 de julio de 2013

Ya no hay nada que quiera hacer.





Hoy me han preguntado que qué es de mi vida. Me he quedado mirando al plato con aire distraído, desplazando las judías verdes de un lado a otro con el tenedor. Me he encogido de hombros y he deglutido el resto del plato dedicándole más tiempo del necesario. He conseguido esquivar el resto del breve y bienintencionado interrogatorio al que me sometía ese viejo amigo con el que sólo comía para poder evitar un próximo encuentro. Pronto me he visto en la misma parada de autobús de camino a casa.

Y lo cierto es que el cuarto de hora de trayecto no me ha servido para responder a una pregunta tan absurda, aunque es posible que sólo en apariencia. No sé qué es de mi vida. No sé en qué tramo me encuentro. No sé absolutamente nada. No sé en qué consisten mis días desde que ella se fue. Sé que todo se resume en reflejos en un café demasiado amargo, en un apartamento exageradamente diminuto que sigue siendo demasiado grande para mi insignificante recorrido. Así es como defino esto, un recorrido. Eso es mi vida. Esas son las letras de mi existencia. Un recorrido. Un paso tras otro. Un sinsentido. Un pretexto para acudir al trabajo, para no caer demasiado pronto en las redes de mi propia autodestrucción. Pero todo esto lo supongo. Me cuesta discernir entre unas cosas u otras, me cuesta preguntarme a mí mismo por qué sigo aquí. No sé cómo decirlo, pero a mí me dio la vida un metro sesenta y cuatro de voz aguda y sonrisa burlona. Y un día desperté con ella y al día siguiente simplemente supe que no iba a verla nunca más. Me la dio siempre que se mantuvo a mi lado, bajo mi abdomen, apoyada en mi espalda o agarrada a mi mano. Si estaba, yo me sentía así, dispuesto a esperar demasiado tiempo a que se arreglara frente al espejo, dispuesto a recordarle mil y una veces más que metiera los dvd en su carátula. Yo que sé, dispuesto a amar lo que más odiaba de ella. Ahora no está, ahora no hay nada. Ahora estoy yo, entrando, saliendo, callado y callando, refugiándome en un pasado que, por extraño que parezca, me empuja al único futuro en el que encajo, en un mañana, pasado mañana y muchos próximos años sin ella. No puedo alimentarme si no tengo nada que llevarme a la boca; no puedo vivir si sé que no voy a volver a encontrármela. No puedo rehacer mi vida, no puedo seguir adelante, no puedo moverme en otras camas, no quiero. Sólo podría pensar en un día más siempre que planeásemos qué día cambiar las sábanas o qué fin de semana ir al cine. Sé que han pasado muchos años, pero yo sigo atravesando ese camino esperando que ese retroceso me los devuelva.
Siempre fui consciente de que los finales eran (y son) inevitables, y siempre viví con miedo a perderla, pero entonces tenía el privilegio de poder girarme en la cama y olvidarme de esos días de vacío que podrían depararnos las circunstancias, la convivencia, una mala decisión o una broma del azar. Entonces, cuando aún podía buscar sus pies fríos bajo las sábanas, podía evitar pensar en esas cosas. Ahora no. Ahora no porque estoy en esas cosas, en esos días de vacío. Y es real, ahora no puedo manipular mi imaginación y echar abajo los muros de este letargo casi infinito. No puedo. Lo que no sabía es que ese final fuese a convertirse en el resto de mis días.
Y ahora… me siento como uno de esos personajes confusos y desubicados de una novela japonesa que no saben adónde van pero tampoco parece importarles, simplemente se despiertan un día más porque el cuerpo se despierta un día más, se acuestan porque es lo que tiene que suceder. Y no hay más.
Nunca imaginé que llegara este tener que seguir por seguir. No lo quise imaginar. No quise pensar que sería un tipo más sobreviviendo a base de un recuerdo que lo dejó ir y al que dejó ir.


Y sinceramente, ya no tengo nada que hacer. Ya no hay nada que quiera hacer.

3 comentarios:

  1. hay tanto dolor en tus palabras que a pesar de la conmoción y tu manera de escribir solo puedo hacer dos cosas halagarte por este estremecedor texto y mandarte un abrazo largo y muy fuerte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sabes lo importante que son para mí palabras como estas. Recibo tu abrazo y te mando uno de vuelta. Muchísimas gracias :)

      Eliminar

Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.