La gente se ha olvidado de mi nombre o quizá eviten nombrarlo. Ahora me llaman con seudónimos y si mi rozan protestan. Al principio todo esto resultaba extraño y claro, una se preguntaba el porqué, pero ahora noto que resbalo en el asfalto y que oigo los sonidos amortiguados, que hablo en voz baja y que mis inspiraciones son inaudibles. Noto que le mantengo la mirada al vacío y permanezco inconsciente. Me paso las horas así. Miro al cielo y permanezco así hasta tres horas, cuando desvío la mirada o cuando me propongo a hacer otra cosa no recuerdo lo que he estado mirando durante tres horas, ¿qué estado mirando en realidad? A veces me da por pensar que en realidad vivo con los ojos cerrados, pero cuando se vive con los ojos cerrados el mundo da un vuelco y se vuelve trágicamente cómico e imposible y ante los impactos ese mundo desaparece y te encuentras encima del colchón, sobresaltado y perplejo, en cierto modo reaccionas a los estímulos exteriores, y por ese motivo excluí esa opción. Vivo con los ojos abiertos ajena a todo. Me muevo sin notar el suelo bajo mis pies y me pongo los cascos sin realmente escuchar nada. Y no, por muchos estímulos, ya sean fuertes o no, no me altero, no respondo. No reacciono.
Estos últimos días me preparaba un guión y lo ensayaba frente al espejo del cuarto de baño, una y otra vez. Me preparaba un guión para saber qué hacer para parecer alguien vivo. Al principio me salía mal, muy mal. A medida que pasaban los días la representación iba mejorando y quedé un poco más satisfecha, hasta tal punto que canturreaba frente al espejo, tratando de deleitarle con mi voz y de recibir su aplauso y, evidentemente, no recibía nada a cambio, pero siempre salía con la sensación de haber hecho algo genial o emblemático, qué ingenua estoy hecha.Cuando andaba escuchaba murmullos de fondo y siempre bajaba la mirada, por si alguno era exclusivamente para mí. Cuando me enfrentaba a todas las personas que yacían allí sentadas me recordaba a mí misma frente al espejo y me sonrojaba. Menos mal que nadie me observa, me dije mientras pintaba la mesa del aula. ¿Y de qué me servían aquellos ensayos? ¿Realmente fueron una pérdida de tiempo? Pues sí, y además, me doy cuenta ahora. Frente a mi reflejo era optimista y valiente. Dócil y persuasiva.Ruda y fuerte. Feliz y honrada. Segura de mi misma y decidida. Pero cuando éste desaparecía me volvía fría y calculadora. Competitiva y analítica. Débil y cínica. Pusilánime y cobarde. Era realmente ofensivo y repulsivo. Siempre acababa escondiéndome bajo mis párpados o en las esquinas, y en verdad hablar en pasado es una tontería, porque nada de eso ha cambiado, sin embargo ya no me lamento ni dudo.He dejado de llorar y de quejarme para prepararme, poquito a poquito, a mostrarme viva. Ella, la que se muestra al otro lado del espejo, es una ladrona. Me roba mis pasos y mis movimientos. Mis errores y mis fracasos. Mis gestos y mis prendas, pero se muestra diferente. Para evitarlo, estuve días sin mirarme en el espejo, y cuando lo hacía me pintaba la cara a modo de marioneta, frustrándola y mostrándola demacrada. Comencé a entender que si me dejaba engañar por ella sería capaz de llevarse mi vida o parte de ella. Me propuse eliminarla. Exterminarla. Deshacerme de ella, pero para ello tendría que exterminarme a mi, y la verdad prefiero manteneros engañados, por lo que siempre que os propongáis a mirarme o a hablarme, hacerlo con ella, pues seguro que consigue camelarse a todo al que se proponga. Seguidla y alabadla. Y, en cierto modo, es un buen porpósito el engañaros, y no por nada... además, ¿qué más da que os mienta? ¿Qué más da que me esconda entre mentiras si, al fin y al cabo, no es a mí a quién queréis dirigiros?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.