(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


viernes, 27 de noviembre de 2009

¿De verdad da igual?









La gente se ha olvidado de mi nombre o quizá eviten nombrarlo. Ahora me llaman con seudónimos y si mi rozan protestan. Al principio todo esto resultaba extraño y claro, una se preguntaba el porqué, pero ahora noto que resbalo en el asfalto y que oigo los sonidos amortiguados, que hablo en voz baja y que mis inspiraciones son inaudibles. Noto que le mantengo la mirada al vacío y permanezco inconsciente. Me paso las horas así. Miro al cielo y permanezco así hasta tres horas, cuando desvío la mirada o cuando me propongo a hacer otra cosa no recuerdo lo que he estado mirando durante tres horas, ¿qué estado mirando en realidad? A veces me da por pensar que en realidad vivo con los ojos cerrados, pero cuando se vive con los ojos cerrados el mundo da un vuelco y se vuelve trágicamente cómico e imposible y ante los impactos ese mundo desaparece y te encuentras encima del colchón, sobresaltado y perplejo, en cierto modo reaccionas a los estímulos exteriores, y por ese motivo excluí esa opción. Vivo con los ojos abiertos ajena a todo. Me muevo sin notar el suelo bajo mis pies y me pongo los cascos sin realmente escuchar nada. Y no, por muchos estímulos, ya sean fuertes o no, no me altero, no respondo. No reacciono.
Estos últimos días me preparaba un guión y lo ensayaba frente al espejo del cuarto de baño, una y otra vez. Me preparaba un guión para saber qué hacer para parecer alguien vivo. Al principio me salía mal, muy mal. A medida que pasaban los días la representación iba mejorando y quedé un poco más satisfecha, hasta tal punto que canturreaba frente al espejo, tratando de deleitarle con mi voz y de recibir su aplauso y, evidentemente, no recibía nada a cambio, pero siempre salía con la sensación de haber hecho algo genial o emblemático, qué ingenua estoy hecha.

Cuando andaba escuchaba murmullos de fondo y siempre bajaba la mirada, por si alguno era exclusivamente para mí. Cuando me enfrentaba a todas las personas que yacían allí sentadas me recordaba a mí misma frente al espejo y me sonrojaba. Menos mal que nadie me observa, me dije mientras pintaba la mesa del aula. ¿Y de qué me servían aquellos ensayos? ¿Realmente fueron una pérdida de tiempo? Pues sí, y además, me doy cuenta ahora. Frente a mi reflejo era optimista y valiente. Dócil y persuasiva.Ruda y fuerte. Feliz y honrada. Segura de mi misma y decidida. Pero cuando éste desaparecía me volvía fría y calculadora. Competitiva y analítica. Débil y cínica. Pusilánime y cobarde. Era realmente ofensivo y repulsivo. Siempre acababa escondiéndome bajo mis párpados o en las esquinas, y en verdad hablar en pasado es una tontería, porque nada de eso ha cambiado, sin embargo ya no me lamento ni dudo.He dejado de llorar y de quejarme para prepararme, poquito a poquito, a mostrarme viva. Ella, la que se muestra al otro lado del espejo, es una ladrona. Me roba mis pasos y mis movimientos. Mis errores y mis fracasos. Mis gestos y mis prendas, pero se muestra diferente. Para evitarlo, estuve días sin mirarme en el espejo, y cuando lo hacía me pintaba la cara a modo de marioneta, frustrándola y mostrándola demacrada. Comencé a entender que si me dejaba engañar por ella sería capaz de llevarse mi vida o parte de ella. Me propuse eliminarla. Exterminarla. Deshacerme de ella, pero para ello tendría que exterminarme a mi, y la verdad prefiero manteneros engañados, por lo que siempre que os propongáis a mirarme o a hablarme, hacerlo con ella, pues seguro que consigue camelarse a todo al que se proponga. Seguidla y alabadla. Y, en cierto modo, es un buen porpósito el engañaros, y no por nada... además, ¿qué más da que os mienta? ¿Qué más da que me esconda entre mentiras si, al fin y al cabo, no es a mí a quién queréis dirigiros?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.