(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


lunes, 19 de octubre de 2009

Se me antojan nubes, Tieah.

-Entonces, ¿qué harás para coger las nubes, una a una?- dije al fin.
Ella giró la cabeza hacia la izquierda y levantó los ojos hacia el cielo. Posó su mirada sobre el suelo y volvió al levantar la cabeza. Ladeó la cabeza de un lado a otro y se rascó la punta de la nariz.
-Poner muchos cubos a lo largo del suelo.
-¿Por qué cubos?,¿para qué los necesitas?
-Así cuando llueva tendré las nubes dentro de los cubos. Piénsalo bien, podré beber nubes, ¿no es fantástico?
-No, tendrás lo que llevan consigo las nubes, pero aún sí te faltaría una parte de ellas.
-Pero me quedo con lo más importante.
-¿Quién te dice que lo que te dejas olvidado no sea importante? Porque quizá para tí no lo sea, pero puede que para mí o para aquel anciano de allí, sí.
-Venga Sou, la pregunta iba para mí, no para el anciano que alimenta a las palomas.
-Ah, te percatas del anciano pero ni siquieras te paras en mí.
-Es que sabes que no necesito nombrarte, Sou. Sabes que soy la persona que más te desgasta el nombre.
-Tieah, mira.
Señalé con el dedo índice hacia el cielo. Las nubes cubrían su color azul habitual y lo teñían de color gris, el sol le daba un tono púrpura. En el horizonte se apreciaba los rayos colándose por aquella espesura. Observé los chispeantes ojos de Tieah y su pequeña boca entreabierta. El gorro rojo contrastaba con el color negro de su pelo y su piel adquirió un tono aún más pálido. Me miró pero al instante apartó su mirada, que se dirigió, como siempre, hacia el suelo.
-Venga, sigue mirando.
-No.
-¿Por qué?
-Porque si es tan bonito como tú dices, ¿qué haces que no lo miras?
-Si que lo miro.
-No, me miras a mí.
-Entonces es que eres tú el paisaje más bonito.
Noté como sus mejillas enrojecían y como las comisuras de sus labios se elevaron, tan poco que fue casi imperceptible. Movió los pies nerviosa y se mordió el labio inferior. Sabía que no hacía más que observarla y eso la enloquecía, pero me divertía viendo sus juegos absurdos por tratar de desviar la atención.
-Basta ya, Sou.-dijo deshaciéndose la coleta que sujetaba su pelo.
Fue entonces cuando salió corriendo dejando atras su pequeño gorro. Su pequeño y triste anhelo. La vi alejarse tras las gotitas de agua que empezaron a desprender las nubes. Las miré y corrí tras ella. Cuando logré alcanzarla se tapó los los ojos con las manos y cayó de rodillas.
-Déjalo, Sou. Déjalo, déjalo.
-Quiero pedirte algo. Un pequeño favor.
Tragó saliva y se limpió las lágrimas con la manga de su abrigo. Me miró y por fin su mirada no se mostraba cohibida.
-Dime, ¿me harás un favor?
-Depende de qué favor, Sou.
-Vamos a la ciudad y busquemos tiendas en las que vendan cubos, ¡pero cubos inmensos! , ¡gigantes! . Los más caros de la ciudad, si hace falta.
-No, tú no querías los cubos.
-Lo he pensado mejor. Quiero recoger nubes contigo, Tieah.
-Entonces los pondremos a lo largo de aquel valle y esperaremos a que se llenen bajo los sauces.
-Después nos beberemos las nubes en tazitas de porcelana.-concluí.

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