(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


jueves, 6 de enero de 2011

Sabía que iba a ser un gran día.

Mamá cogió su abrigo y nos marchamos a ver la cabalgata. Estaba diluviando y ella decía que no tenía suficiente dinero para el autobús, así que fuimos andando hasta el centro. El agua se me metía por los zapatos y tenía los calcetines empapados. Los dedos lloraban de frío y mamá resoplaba.


Llegamos y la gente me empujaba por la espalda, los niños agitaban los brazos y la acera estaba repleta de charcos. Mamá tiró de mí y nos salvamos de la lluvia bajo una terraza.

-Falta muy poquito para que lleguen- me dijo con una sonrisa extraña.

Saqué mi saco del bolsillo y esperé junto a ella. La gente entraba y salía de las pastelerías con los roscones bajo los brazos y corrían hacia los coches para que no se mojaran.

-Podríamos coger uno. Nunca he comido roscón- le dije un poco distraída.

Se encogió de hombros y señaló hacia el final de la calle. La policía apartaba a la gente de la carretera y los músicos precedían a las carrozas. Pude ver cómo los niños de las carrozas me sonreían al lanzar los caramelos y, cuando vi por fin a los reyes magos, deseé con todas mis fuerzas que mi carta les hubiese llegado.

Cuando llegamos a casa papá ya había llegado de trabajar y estaba haciendo la cena.

-Hola, cariño, ¿qué tal? ¿has visto a los Reyes? Lo siento por no poder llegar antes, ya sabes lo malos que son los jefes.

Asentí y le pregunté que qué había de cenar, esperando que me sorprendiera con una hamburguesa o un yogurt, pero me respondió lo mismo que cada noche: caldo.

Cenamos en silencio, y, cuando terminé mi vaso de caldo, el estómago aún se seguía quejando.

-Courteney me ha dicho que quiere probar el roscón- le dijo mamá a papá.

Me miraron y no supe qué decir. Les miré confusa y me balanceé en la silla.

-Venga, acuéstate ya que es tarde. Recuerda que los Reyes se asustan en seguida y, como vean que sigues despierta, esperarán y esperarán hasta que gires la cabeza. Ten en cuenta que tienen muchos niños a los que dar los regalos- papá me abrió los brazos y acudí a abrazarle. Me apretó contra él muy fuerte y cuando me separé de él le noté los ojos enjuagados. Preferí marcharme sin más. Seguro que también estaba muy emocionado, una sorpresa le aguardaba en un saco lleno de misterios. Mamá no me miró pero me besó en la mejilla izquierda.

Me puse mi camisón y me acosté en la cama, al lado de la de mamá y papá, en la única habitación de la casa. Siempre me ha costado mucho dormirme el cinco de enero. Intento cerrar los ojos mil veces seguidas y no puedo, los vuelvo a abrir y escucho atentamente a ver si oigo a los camellos en la oscuridad. Aquella noche intuía que iba a ser una gran noche, no sé por qué. Lo notaba en las estrellas. Algo me decía que este año los reyes recibirían mi carta. Seguro que se acordarían de mí, era la chica que no encontró nada bajo el árbol durante seis años. Papá me dijo que ellos lo sabían y se disculpaban por cartas, diciendo que muchas veces el viento se llevaba mis deseos. Me solían decir que sabían perfectamente que era una buena chica y que me portaba muy bien. Finalmente, logré dormirme a regañadientes.

Me desperté y levanté a papá el primero, le pregunté la hora, miró el reloj y se destapó.

-Bajemos- susurró.

Despertó a mamá y nos pusimos todos las zapatiillas de estar por casa. No recordaba haber despertado así nunca. Todas las mañanas del seis de enero me decían que siguiera durmiendo, que ya nos despertaríamos más tarde. Ese año no. Seguro que ese seis de enero,bajo el árbol ocre, me esperaba algo. Estaba segura.

Iba delante de ellos, temblaba y no pude girar el picaporte. Le pedí a mamá que lo hiciera por mí. Abrí la puerta, giré la esquina y, al lado de la maceta, había una bolsa de papel de color gris con un lazo azul pegado en el centro. De un brinco me acerqué a la bolsa y chillé un poco. Abrí con cuidado la bolsita y no creía lo que estaba viendo. ¡Lo sabía! ¡Este año habían leído mi carta! En el fondo había unos calcetines a rayas verdes y negras muy largos. Me los puse inmediatamente y me paseé a lo largo del diminuto salón luciendo mi nuevo regalo. Se acoplaban perfectamente a mis piernas y me llegaban hasta las rodillas. Seguro que con el traje negro quedaban perfectos.

-Estás preciosa- destacó mamá.- Por cierto, fíjate bien, hay otro paquete.

Miré hacia atrás y lo vi brillar. Lo abrí con delicadeza y una porción de roscón apareció de repente entre las tapaderas. Engullí la mitad con avidez y lloré de alegría.

-¡Qué rico está!- exclamé.

Se me acercaron. Mamá me acariciaba el pelo y papá me cogía la mano.

-Me han traído más de lo que he pedido, ¿no es genial? Pero... ¿y vosotros?

-Bueno, ¿no es cierto que todavía queda un poco de roscón?

4 comentarios:

  1. Oh, que dulce y que mágica es Courteney <3 ¡besos!

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  2. Jo, que triste el no recibir regalos durante tanto tiempo :( De pequeños nos hacían tanta ilusión...

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  3. pobre courteney, por lo menos este año recibieron su carta aunque pidiese poquito..

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  4. Que bonito es, Rocío. Está lleno de sentimientos (L)

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