(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


domingo, 26 de septiembre de 2010

I feel like a hero when you're by my side.

Estaba peleándome con el mando de la televisión, intentando dar con algún programa en el que no vociferasen tanto para dormirtar un rato, cuando Mónica me acompañó. La miré de reojo y durante los segundos que pasaron antes de que ella se dirigiese a mí estuve buscando una explicación. Ninguna de las al menos cincuenta que se me ocurrían, me convencían. Perplejo quise preguntarle qué quería ver, pero no pude hacerlo.


-Ya no me duele el estómago, ni el vientre ni nada parecido. Los dolores de cabeza ya ni los siento. No sé si porque me acostumbrado a ellos o porque han cedido. Las sienes ya no están a punto de explotar y llevo tres noches sin dormir frente a la buhardilla. Ya no tomo tanto cola cao y he pasado de estar inerte, inmóvil e inquebrantable a viva, inquienta y sensible. Estoy llorando a casi cada segundo- se le notaba. Tenía los ojos hinchadísimos- y tengo el hipo constante en la boca de mi diafragma.

Me quedé mudo. Aún estaba algo apesumbrado por el chorro de imágenes del televisor y por los alaridos indescifrables de los periodistas. Hacía muchísimo tiempo que Mónica no hablaba. Ni siquiera los saludos cordiales. Y ahora, de repente, todo esto. No lo asimilé lo suficiente porque dije:

-Entonces las predicciones de mamá y tu menstraución no han sido muy acertadas, pues ya no notas esos retortijones tan horribles en el vientre. Tienes trece años, pero a muchas chicas les viene a los catorce- me mordí los los labios y deseé tener un armario al lado mío para esconderme. Mejor una puerta.- Lo siento, Mónica, de verdad- murmuré.

Se hizo un silencio insoportable y Mónica miraba a la alfombra. Sólo esperé a que nada de lo que había dicho hubiese pasado por sus oídos. Tuve que romper ese silencio que empezaba a retumbar fuerte en mi cabeza. Se estaba volviendo insoportable.

-Mhm, esto... creo que sé lo que quieres decir, pero...

-Antes no dormía y era capaz de aguantar noches enteras. Una tarde, mientras buscaba la sombra de papá desde el alfeizar o el sonido del motor de su coche, me imaginé un bolsillo enorme. Con el estampado de una varita mágica. No sé porqué me vino de pronto a la cabeza, quizás estaba empezando a delirar. Pero decidí que si se me había aparecido tendría que ser por algo. Así que lo llamé el bolsillo del sueño. Ahí lo guardaba cuando, vencida por el cansancio, me empezaba a rondar la idea de acurrucarme bajo la manta. No lo guardaba en un sentido literal, claro. Pero de alguna forma me mantenía despierta. De repente, el otro día, me dormí. Cerré los ojos y no me desperté hasta la noche del día siguiente. Soñé con un día como los de antes y desperté horrorizada al darme cuenta que, la realidad se presentaba de forma más desastrosa que mis propios sueños. La idea de dormir todas las noches para evadirme me atrajo especialmente y ahora no sé cómo borrar ese pensamiento. Me avergüenzo de recordar que lo he pensado, que la bondad de mi persona se desvanece. Me estoy volviendo una egoísta, Asier. Los cola cao los tomaba para amenizar las noches, las tardes y las mañanas de los fin de semanas. También era un intento para saborear las mañanas de la vida que vivíamos. Sus cola caos eran los mejores y yo... yo sólo quería coger esas cosas que me hacían sentir viva y que, sin embargo, nunca lo llegué a tomar como una verdadera razón. Ahora sólo tomo dos tazas. No siento malestar en mi cuerpo. Nada. Ese dolor era la espina del amor que abandonó. Lo quería... lo quiero tanto... ¿Significa, entonces, que se ha marchado tan lejos que ya no le siento a mi lado? ¿Significa que se está esfumando? ¿Me está abandonando? ¿Lo..lo..?

-Mónica- la interrumpí mientras la estrechaba contra mí. Se sobraltó pero en seguida se desamordazó y noté sus brazos menos tensos- Sé que llevas sufriendo la muerte de papá desde antes de que llegara a tus oídos. Porque algo te dijo que sucedería, y como sabías que ese algo seguía flotando en el aire cuando la noticia te entró por los ojos, las culpas empezaron ha asediarte. Pero Mónica, detente. Por muchos días que te mantengas a alerta en la ventana no va a regresar. Tienes que empezar a olvidar y...

Me callé. Mónica se enderezó, me miró suplicante e, inmediatamente entendí que no podía terminar aquella frase. Ya sé la palabra que Mónica no quería pronunciar. Ya sé porque Mónica se relajó de forma tan inmediata cuando la acuné entre mis brazos. Agradecía que la hubiese interrumpido. Agradecía que yo la hubiese frenado a decir lo que ahora le provocaba remordimientos y lágrimas como cascadas. Olvidar las mañanas, los cuentos y las sonrisas que papá le dedicaba a Mónica era algo impensable y sólo un imbécil como yo era capaz de mencionarlo. Me dí cuenta de que estaba llorando cuando Mónica me secó las lágrimas y- ¡oh! lloré del entusiasmo al verlo- me dedicó una sonrisita.

-Yo sólo quiero recordarle cómo se merece. Recordarle sin este dolor que me acorta las respiraciones, sin las lágrimas enjuagando sus mejores chistes, barbacoas o tardes en la piscinas y sin tener que recoger pedacitos suyos en las esquinas. Sé que tú sabes hacerlo. Sólo quiero saber cómo.

1 comentario:

Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.