(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


sábado, 6 de febrero de 2010

Helen.

En el fondo, amo el malestar. Lo sé. Me encanta empaparme la cara en lágrimas y arrancarme la sensibilidad a arañazos. Noto el calor de las lágrimas por mis mejillas y realmente me gusta saborearlas en mi paladar, pero se me han agotado los motivos para poder convencerlas de que, de verdad, las necesito.
Sin darme cuenta me convierto en una egoísta amordazada por el pesimismo. Mi estado neurótico y el tembleque de mis dedos me indica de que debo relajarme, asi que con los cascos en los oídos y mi mano en la entrepierna lo intento. El ambiente eufórico que recorre la planta inferior hace que mi pequeña ausencia se convierta en una cuerda deshilachada repleta de nudos, oprimiéndome en un orgasmo astillado y escueto. Cuando bajo con mi entrepierna aún palpitando me percato de que las dos botellas que antes estaban en la cocina ya no están y encima están vacías. En el salón se oye la risa tan irritante de mi madre y el murmullo de mi padre, conjugándose con el alcohol en un fango de saliva repulsivo. Salgo deprisa y cierro pausadamente. No deben saber que me he marchado. El viento impulsa la mierda que el restaurante de cinco tenedores vierte en la parte trasera del local, depositándose en la calzada y en la mirada desconsolada del barrendero. Le saludo y le sonrío. No puedo entretenerme más porque el autobús alcanza la parada. Lo cogo por los pelos. Hoy no puedo sentarme donde yo quiero porque la señora rubia ya reposa su culo en él. A regañadientes me sitúo en al asiento del final del pasillo. Bajo apresuradamente y el viento se lleva mi gorro. Hoy no iré a por él.
Las gotas de lluvia empiezan a molestarme, pero no me he traído paraguas. Lloro. Degusto mis lágrimas y una llama recorre mi espalda. Quema. El cosquilleo sube por mis piernas. Mis muslos se contraen. Necesito ir al baño.
Después de recorrer la ciudad y no encontrar ni un puto libro, decido que debo volver. Si siguen follando encima del sofá ya me las apañaré. Realmente me aviva los nervios ver a la gente recitando te quieros y, sobretodo, la complicidad y el afecto que surgue tras las reconciliaciones. Suena todo a chiste cuando dos personas deciden perdonarse, intentando empezar de cero. Realmente lo único que hacen es echar risitas despreocupadas y hacer una magnífica representación. Odio esos toqueteos constantes, acompañados de miradas cómplices, y los chistes malos que se hacen para romper tensión.
Cuando llego a casa los dos tortolitos descansan uno sobre el otro, arropándose en el sudor y en los vertidos que quedan depositados sobre la funda del sofá, fijándose en las fibras téxtiles de la colcha. Subo corriendo cuando oigo mi móvil sonar. Es Jerry. Me espera donde siempre. Me tengo que apresurar si quiero llegar a la estación. Salgo disparada y choco con un grupo de hombres. Todos lucen ropas desaliñadas y todos son calvos. Me miran interrogantes y uno de ellos, bajo y regordete, se acerca. El terror debe de esconderse en mis ojos porque cuando, rozando mi muslo, se acerca a preguntarme, me estremezco.
-No te asustes. Sólo buscamos fiesta- dice desplazando su enorme mano hacia mi entrepierna.- ¿Sabes dónde podemos encontrarla?
-No, no soy de aquí- miento mientras que, lentamente, me desplazo hacia atrás. Uno de sus amiguitos me examina de arriba abajo mientras se muerde el labio inferior. Algo me roza el cuello. Doy un respingo y me apoyo sobre la pared. Mi terror retrocede y ese mismo calor que experimenté por la tarde se apodera de mí cuando veo a Jerry retándoles con la mirada. Ahora Jerry me lleva en brazos al tren, tengo que entrar urgentemente al baño. Él también.

4 comentarios:

  1. Wow. Este texto me ha dejado alucinada.
    ¡Un beso enorme! :3

    ResponderEliminar
  2. Quizá, solo quizá, si Helen piensa en que significa un "te quiero" para ella, podrá odiar (y también podrá decirlo en el momento justo) con toda confianza a aquellos que lo dicen sin significado, que lo dice por decir.
    Y Jerry ¿la llevará a un lugar donde sea feliz?
    Sigue escribiendo sobre Helen, ¡por favor!
    <3

    ResponderEliminar
  3. Helen es de esa clase de persona que necesita un buen par de bofetadas para que aprendan que no todo en la vida son morros y llantinas.


    (un mimo)

    ResponderEliminar
  4. Guau! Esta entrada está genial!

    ResponderEliminar

Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.