(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


domingo, 16 de agosto de 2009

No me describen. Sólo me escuchan.


Se deshizo de los gramos de arena que aferraba a la palma de su mano. La tiró y salió corriendo. Allí a lo lejos vio un piedra. Era preciosa. <<¡Qué grande!. La más grande del mundo, seguro.>>, se dijo. Siguió caminando encima de una alfombra de hojas. Los árboles carecían de éstas. Alcanzó a ver a uno que tenía una. ¡Sólo una! . Corrió lo más rápido que pudo y la cogió. Aún mantenía su verde. Le encantaba. Tiró la piedra pues ahora era más bonita la hoja. Se la guardó en el bolsillo de su abrigo y dio unos toquecitos al bolsillo para asegurarse que quedase bien sujeta allí dentro. Siguió su camino. El cielo estaba encapotado. Un cúmulo de nubes era el edredón que cubría el cielo de Headstead. Cuando el sol lograba hacerse hueco entre ellas desataba sus rayos y los dejaba caer. Cayeron sobre su frente. Sus ojos no reaccionaron, no mostraron ninguna molestia, permanecieron abiertos hasta que llegó el parpadeo y los interrumpió. Aquello le gustó mucho más que los gramos de arena, la piedra más grande del mundo y que la verde hoja, pero, ¿cómo coger un pedacito de cielo? Frustrada se sentó, mantuvo la vista en las nubes y meditó. Tras largos segundos se dijo:

-No podré cogerlo. No podré sentirlo en mis dedos pero si puedo hacerlo mío. Es y será mío y de vosotros dos, ¿vale?

Esos dos
no formularon su respuesta. Esos dos eran los dos y únicos ojos que poseía. Inexpresivos, pero esa imagen era más suya que de cualquiera que se lo hubiese propuesto. Ellos habían fotografiado esa imagen sin necesidad de cámara fotográfica. Sus ojos no la describían; la escuchaban.

2 comentarios:

  1. Somos unos avariciosos ¡lo queremos todo! Pero siempre habrá algo más lejos, más alto y más grande que no nos podrá caber en las manos.

    =)

    ResponderEliminar

Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.