(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


miércoles, 19 de agosto de 2009

Palabras, alcohol y nicotina.


La arrastró por las calles de Uppsala. La lluvia caía intensamente e incansablemente. Estaba cansado, la presión de las gotas de lluvia le impedía ver por donde pisaba y por si fuera poco llevaba a una chica agarrada de la mano. Estaba sucia y empapada de lluvia, sudor y alcohol. No tenía certeza alguna de su estado; viva o muerta.. La llevaba a rastras, rozando su débil cuerpo contra el asfalto. No se inmutó. Su mirada cabizbaja no se elevaba a pesar de los múltiples golpes a los que su cuerpo se sometía. Llegó al portal y metió las llaves en la cerradura con manos temblorosas. Se le hizo terriblemente díficil abrir la puerta. Consiguió estar dentro y la tumbó sobre la cama. Cogió una toalla y se la pasó por el pelo. Levantó la cabeza de la chica y puso la toalla debajo de su cabeza. Fue entonces cuando la contempló. Su pelo caía a la altura de los hombros. Supuso que su pelo era rubio. Rubio teñido. No supo acertar con certeza por la humedad incrustada en su cabello y la oscuridad de la habitación. Sin embargo le resultó insultantemente fácil constatar la palidez de su piel. No la quería tocar más por miedo a que la porcelana que tenía por piel se desquebrajase. Se le hundió el alma en los pies cuando bajó la mirada hacia sus rodillas, las magulladoras cubrían media pierna y estaba cubierta por una renegrida capa de sangre. Sin quererlo había roto a aquella muñeca. El desperfecto más notable en su ropa se encontraba en sus medias. El resto permanecía empapado pero intacto. Optó por dejarla allí. Así. Magullada y embriagada de éxtasis. Se dirigió al comedor pero lo dejó atrás nada más pasar por su lado pues no tenía nada que hacer allí. Se acomodó en el sofá y no quiso pensar en ella, cogió una copa,un libro y cigarrillos. Empezó encendiendo el cigarrillo y palpó intensamente con su lengua cada calada que daba. Abrió el libro por la página 125 y comenzó a sumergirse primero en palabras y más tarde en comas. Pasaba metódicamente cada página. Cada dos páginas leídas daba pequeños sorbos a la copa de whisky. Era placentero observarle saborear cada página con el alcohol destrozándole el hígado y la nicotina comiéndose sus pulmones, creéme era fascinante.
Abrió los ojos y todo se le hizo extraño. Las cosas giraban alrededor de su cabeza y sus ojos eran atraídos por la gravedad hasta quedar fijos en sus pies, el levantarlos le producía tal mareo que las náuseas eran dolorosamente intensas. Salió de la habitación y no vio a nadie en el comedor. Jugaba con su pelo inquieta. Clavada en el suelo percató en un sofá verde pistacho a un hombre saboreando letras, alcohol y nicotina. A ella también le satisfacía, y mucho. Se acercó y carraspeó para asegurarse de que su voz respondiera a sus pensamientos. Funcionó. Él no hizo caso omiso a ese carraspeo o no lo oyó. Siguió sumergido en literatura. Ella vaciló durante un instante y mostró una torcida sonrisa. Era guapo. Se ruborizó en el mismo momento en el que su expresión se volvió gélida como el hielo y dijo:
-¿Quién eres y qué coño hago aquí?
Oyó sus palabras pero no se sobresaltó. La estaba esperando. Sabía que su corazón latía.
- Soy Hanz. ¿Te encuentras bien?
- A tí que coño te importa. Aún no has respondido a una de mis preguntas, ¿qué.coño.hago.aquí.?- resaltó cada palabra con intensidad en su pregunta.
- Te encontré en Sharpest street. Estabas empapada y muy borracha.
- Ahora te emborrachas tú.
- Estoy en un lugar en el me cubre un techo y en el que al día siguiente puedo sobrellevar la resaca en una cama. ¿Tienes hambre?
- No.
- ¿Quieres cambiarte de ropa?
- Sí.
- Coge lo que encuentres en el armario. Al lado izquierdo de la cama de donde te has levantado.
No dio las gracias, ¿por qué debía darlas? Un desconocido la había tocado y para colmo la había metido en su casa. <<¡Qué desfachatez!>>
Rebuscó entre las perchas y cogió una camiseta. En ella ponía: Call me Wasp, sir. Cómo le gustaba. Cogió unos calzonzillos, se quitó las bragas y se los puso. No se molestó en recoger la ropa mojada.
Se sentó en el sofá, al lado de él. Olía a alcohol, a nicotina y a páginas. No le gustó el olor a alcohol ni a tabaco, la cabeza le daba vueltas y esa mezcla era un olor náuseabundo. Le gustó el olor de las páginas. Cada vez que pasaba una con suma delicadeza creaba una brisa que se filtraba por sus fosas. La absorbió. Esta vez él no la hablo, optó por seguir leyendo y emborracharse hasta que el cuerpo aguantase, mientras, ella observaba, escuchaba y olía el constante movimiento de letras, comas y puntos que se filtraban a través de sus cinco sentidos. Las sentía tatuadas en sus labios. Grapadas a sus poros. Impresas en sus fosas. Sentadas en su oído y atadas a sus pupilas.

1 comentario:

  1. Me siento en la obligación de saber si esto continúa, si es de algún proyecto más largo o simplemente me quedaré con las ganas de saber quiénes son y qué pasará con ellos.
    No puedo evitar decirte que me gusta cómo escribe, es más, el carácter ácido de la chica me ha gustado, pero también la escrupulosidad de él.

    Sigo leyéndote =) Tengo mucha curiosidad.

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