Me molestan muchas cosas. Casi todo me saca de quicio en seguida. Me molestan
las demoras de los trenes, el repiqueteo constante de los cubiertos contra los
platos en los restaurantes, el olor a tabaco, los nudos en el pelo, el sudor,
el rumor de las ciudades, las alarmas de los móviles, las lavadoras llenas. Ese
tipo de cosas que suelen molestar a todo el mundo. Pero de todas esas cosas
puedo huir. Puedo cepillarme el pelo, puedo no poner lavadoras, puedo poner en
silencio mi móvil. Mi bienestar se basa en el número de ocasiones en las que yo
pueda escapar de las cosas, de las oportunidades que tenga de huir de todo lo
que me rodea. No sé si me explico. Soy una persona muy irritable, todo acaba
molestándome. Las canciones que más me gustan, mis libros favoritos, las
personas que me rodean. Necesito
rodearme de cosas de las que poder huir tarde o temprano. Por eso me marché
aquel día. Él, después de meternos en la cama y taparnos, me dijo que había
cosas especiales en mí. Pensé que quizá esta necesidad de tener que alejarme de
todo era una de esas cosas que me hacían especial. Pero él no mencionó eso.
Porque él todavía no sabía nada. O quizá sí.
Cuando me dijo aquello, ni siquiera me molestaba hablar con él, que
durmiese conmigo, que siempre se dejase los armarios abiertos o gastase el
champú en dos días. No había nada en él que me irritase. Nada. Y aún así, a la
mañana siguiente, huí. Después de un café aguado y una tostada quemada, me puse el
abrigo, cogí el bolso y fui a la habitación a despedirme, como de costumbre. Me besó
y me preguntó si quería que, a la vuelta del trabajo, pidiésemos algo para
comer.
-No creo que me dé tiempo a ir a comprar nada- me dijo.
-Vale, ya decidiremos qué pedimos. Te veo luego- dije mientras salía de la
habitación.
Cerré la puerta tras de mí y antes de bajar las escaleras respiré hondo
varias veces. Y me fui. Y no volví. Fui a trabajar, fingí
olvidarme el móvil en mi escritorio, comí un menú barato en un restaurante
diminuto al lado de la estación y volví al piso donde solía vivir cuando iba a
la universidad, esperando encontrar allí a las mismas personas con las que
conviví en aquella época. Pero en el piso sólo quedaba una persona: una
compañera que pagaba el alquiler con sueldos irrisorios de varios trabajos
temporales que iba consiguiendo. Empecé a vivir con ella.
El trabajo también empezó a irritarme. De igual modo que el chocar de los cubiertos
contra los platos o el olor del tabaco. Así que lo dejé. Prácticamente abandoné
todo lo que tenía. Pero seguía llorando por las noches, seguía molestándome por
las mismas cosas, seguía despertándome deseando estar muerta. Lo único que
hacía era huir y aún así en mi interior todo seguía igual cuando se suponía
que no debía de ser así, ¿no?
Por eso nada me molesta tanto como lo hago yo misma. Por eso nada ha
cambiado. Por eso nada va a cambiar. No puedo escapar de mí misma, de los
monstruos que viven bajo mi piel, de las voces que hacen eco dentro de todo mi
cuerpo.
De la única cosa de la que no tengo escapatoria es de mí misma. No sé vivir
así, no sé vivir dentro de alguien a quien detesto. Aquí dentro no hay música,
todo está lleno de ruidos, de olores nauseabundos, de pérdidas, de derrotas, de
oscuridad. Aquí dentro no hay nada que me guste. Aquí dentro sólo hay cosas que
me molestan y, sin embargo, no hay forma de escapar.
No hay forma de huir. Estoy sola y las voces hablan cada vez más alto. No
hay forma de huir y me he convertido en un monstruo. No me queda nada. Lo he
perdido todo.
He huido
de todo menos de mí misma. Es más, estoy cada vez más dentro de mí misma.
He vuelto a donde siempre, muerta de frío. He vuelto pensando qué pedir, si
disculpas o comida. Pero ya no hay nadie.
Fuera está todo en silencio, pero aquí dentro los monstruos están
rugiendo más alto que nunca.
Tras terminar de leer se me ha quedado un extraño sentimiento en mi interior que no sabría descifrar qué es. Me ha encantado leerte. :)
ResponderEliminarMe siento tan identificada que da miedo. De todas formas me alegro infinito de que vuelvas por aquí de vez en cuando, siempre me encantó leerte y es genial que sigas escribiendo de vez en vez, ojalá más. Mucho ánimo con todo y un abrazo gigante, señorita. ♥
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