(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


miércoles, 18 de mayo de 2011

No encuentro mi lado izquierdo.





-Pero, ¿qué haces?- dije con la copa de brandy en mi mano izquierda.

Ella apagó la colilla con la punta del pie y se quedó mirando el nubarrón de ceniza que dibujó en el asfalto. Luego se miró la suela. Avanzó ignorándome, examinando el suelo, recogiendo los átomos que se encontraba cada vez que se permitía pestañear. Es una chica peculiar. Sabe en qué momento debe parpadear. Humedece su retina siempre que ella quiere. Puede pasarse días enteros camuflada bajo la mirada más desértica del planeta. También elige respirar y a los nueve años decidió desvincularse por completo del oxígeno. Lo que recorre sus fosas es todavía un misterio, pero cuando se cansa de las avalanchas interrogatorias, dice que respira el olor que desprende una macedonia de frutas. Yo sé que miente desde que sé que también elige cuántos latidos dar en un día. Hay días que se lo saca por la garganta y lo guarda en unas cajas color púrpura. Cuando lo saca es del mismo color. Creo que lo mete ahí cada vez que se vuelve de color amarillo (porque desde que dejó de respirar como tú y como yo su sangre dejó de ser roja para siempre). Otros días lo guarda en los pulmones. Eso lo sé porque en esos días no deja de llorar.


Aquel día respiraba su propia mezcla y latía en diferido. Parpadeaba una vez cada cuatro minutos. Algo la inquietaba. Estaba buscando algo, por eso en realidad estaba intenando fingir que era una mortal más. Y yo me llenaba de alcohol, de desolación y del olor muerto de aquel cigarro. Y le clavaba la mirada tan hondo que podía notar la tensión de sus músculos al percibir las puñaladas que le iba atestando, unas tras otras. Sólo lo notaba yo. Ella no quería notar mi mirada desde que la besé en el centro de Estocolmo. Cambió la tonalidad de su sangre por miedo a ser una suceptible que, minutos después a nuestro beso, pudiera ser amada. No tiene la sangre roja. Nunca se enamorará de mí. Pero ya sabes qué voy a hacer. Uno aprende a teñir la circulación sanguínea de su vida.



-Estoy recogiéndome. Esta mañana me rompí al bajar las escaleras y no encuentro mi lado izquierdo- dijo tras una larga pausa.

6 comentarios:

  1. Me gusta tu manera de escribir. Imagino cada frase, que escribes. Besos, que estés bien :)

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  2. Pues sí que es una chica peculiar.
    :):):)

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  3. Me encanta este blog, es re original. Un besito y mucha suerte! ♥

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  4. Si te olvidas de tu lado izquierdo, me encantaría llevártelo, o servirte de muleta, porque no puedo dejar que caigas, y mucho menos que te rompas. O puedo camuflarme en tinte para sangre, teñirme del color que más quieran tus pupilas, si así me puedo resguardar en ellas. O si le ocurre a ella, se lo llevo para poder entrar en las metáforas que te componen, que crean tan increíbles líneas y que hacen temblar y tiritar millones de sensaciones diferentes, únicas
    Love you more than you will ever know LL

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  5. Indescriptible. No sé qué decir, sólo que no dejes de escribir (:

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  6. Un texto genial. Casi parecía que podía ver el humo del cigarro que se estaba fumando él :)

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Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.