(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


sábado, 21 de agosto de 2010

Querido Aidan:

Te escribo para decirte que tengo el rimel embadurnado en mis mejillas y una congoja que empieza ha anudárseme en la garganta. Estoy empezando a sorber por la nariz, pero debo decir que mi eyeliner waterproof aún se mantiene. Supongo que en cuanto termine de escribirte, cogeré de nuevo el libro, no podré aguantarme las ganas y romperé a llorar otra vez. Se me enjuagan tantísimo los ojos que tengo que cerrarlos con fuerza y mantenerme así hasta que note a mis lágrimas alcanzar mi barbilla. Después tengo que entornarlos para que las letras no se me junten. Pero es una estupidez porque al siguiente párrafo vuelvo ha arrugarme, para que no se escuchen demasiado mis llantos, que cada vez se me hace más difícil no emitirlos. Tengo los ojos rojísimos y ya empiezan a escocerme. Estoy empezando a frotármelos para calmar el picor y el escozor, así que he de decirte, querido amigo, que no hay eyeliner que valga porque ya no hay maquillaje que se distinga sobre mis párpados. Sólo es un mancha dispersa que desciende hasta mi boca.


Y te preguntarás por qué estoy llorando como una niña a la que castigan sin feria. Si me oyeses pensarías que algo grave ha pasado e, incluso, cogerías el teléfono para saber más de mí. Pero si me vieras te darías cuenta que soy la niña que ya está cansada de ferias, juguetes y televisión y que, en sus pucheros, a alguno de sus personajes favoritos algo le ha sucedido. Comprenderás que me he vuelto loca y que, por enésima vez, estoy dentro de un libro. Que mi habitación responde al contexto de éste y que mi vida no discurre hasta que vuelvo a abrir las solapas y me sitúo en las páginas.

Estoy llorando porque la historia no sólo se me ha metido como millones de alfileres en mi corazón, sino que la siento. Siento el asfalto narrado bajo mis pies, la iluminación descrita en las páginas sobre mi coronilla y los personajes dialogando conmigo cuando me los imagino en cada rincón de mi habitación. Sufro con ellos y esta historia me está doliendo tanto que sé que ahora soy el personaje principal, que, desde principio a fin, todo me sucede a mí y que yo también le hecho de menos. Aunque su figura sólo exista en la imaginación de su autora, aunque él haya surgido de un arrebato de imaginación. Ahora yo soy también un arrebato de su imaginación. Lo noto. Cuando sientas esto sabrás lo bueno que puede ser uno transmitiendo sus historias a personas tan anónimas, lloronas e insignificantes como lo soy yo. Por eso, querido Aidan, te has convertido en mi nuevo personaje. Para que sepas que a través de un personaje he conseguido darme cuenta de que, realmente, existes en mi corazón y que tengo mucho, pero mucho que contar de tí.

Un abrazo muy fuerte de una chica con millones de historias perdidas dentro de las almohadas.

3 comentarios:

  1. Me va a gustar Aidan (:

    ((aunque no tanto como me gustas tú !))

    ResponderEliminar
  2. Encontrar a un nuevo personaje es como conocer a un nuevo amigo: tantas historias aún por ser escuchadas.

    ResponderEliminar
  3. ¡Me encantó! No sabes el modo en que me he emocionado al leer esto. Quizás es el día, porque me siento exactamente igual. Has tocado un pedazo de mi corazón con esto, bonita.

    Muchos besos :)

    ResponderEliminar

Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.