(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


martes, 29 de junio de 2010

Lucía.

Recuerdo perfectamente cómo empezó a desmenuzarse detrás de la cortina. Cómo sonreía cuando se asomaba tras ella y cómo la luz de la ventana contorneaba su silueta. Se meneaba de un lado a otro mientras se quitaba la falda y se deshacía la coleta. Salía de puntillas y tapándose con las manos, con una sonrisita nerviosa. Parecía una niña. Tan inocente. Se sentaba delicadamente en el borde de la cama y se tapaba la sonrisa con la melena. Gateaba desde la esquina de mi cama hasta llegar a mi erección, contorneándose sobre las sábanas. Se sentaba a horcajadas y me retenía debajo de ella toda una noche. Era inagotable. Pero lo que más recuerdo de ella era el brillo de ojos . Recuerdo mis viajes hasta sus pupilas, no podía despegarme de ellas. No recuerdo mayor pasatiempo que ese. Desde ese tres de abril las tardes del domingo eran tardes cálidas, de color naranja. A veces rojo. Tardes que quemaban y tardes de verano bajo el techo de un apartamento en Madrid. Pero, como todo, también recuerdo el domingo siete de julio, a las ocho y media de la tarde.


Era una mujer de metro ochenta y con un estilo impecable. Raras veces pude verla con unos pantalones vaqueros, y cuando lo hacía perdía su encanto. Tenía una sonrisa torcida pero preciosa. Una risa contagiosa y empalagosa. Andaba con un aire tierno y provocativo. Me encantaba poder verla entrar con esos andares y verla dejar su bolso sobre la silla del comedor. Me gustaba mucho su perfume. En lo general, no me gustan las mujeres que, al sentarse a mi lado en el autobús, apestan a cremas hidratantes y a perfumes caros. Prefiero que se sienten junto a mí fumadoras compulsivas. Pero no, ella no. Lucía olía a nubes, se lo juro. Olía a un verde intenso de verano, era un perfume fresco. Nada empalagoso, pero no te lo podías quitar ni con varias duchas. Nunca lamenté eso porque jamás conocí olor tan peculiar. Había muchísimas cosas que me gustaban de ella. Me encantaba como le quedaba el rojo, sobre todo el de los labios. El contraste era encantador, alentador incluso. Su melena le alcanzaba el pecho y nunca vi color tan oscuro y piel tan clara. No sé qué más decirle, son tantas las cosas que me gustan que podría eternizarme unas páginas más.

Cuando la conocí en la editorial pensaba que era una zorra empedernida. Una puta que iba de literaria y eso me corcomía los nervios y me hacía odiarla. Iba y venía con una compañera, Lisa se llamaba. Por aquel entonces estaba bastante asqueado. Nunca tuve demasiada suerte con las mujeres y nunca me paraba ante las faldas cortas, unas buenas tetas o una cara bonita. Simplemente las veía retiradas y fuera de mi alcance. Pasé a fijarme en una belleza más austera, nunca en una belleza como la de Lucía. Era una chica de película o de spot publicitario, se lo prometo. En una reunión apareció entre lentejuelas y la odié más. No me gustan las relaciones sociales y no sé entablar conversación, por eso suelo situarme en la esquina de los bares pero, esa noche, presidía la noche y comía mirando al plato, intentando no elevar la mirada y no cruzar ninguna palabra, no quería conversaciones. Lucía estaba algo más adelante, en el lado derecho, o dos asientos de mi sitio. Ah, también odio las sobremesas. No puedo con ellas. Pues eso, no estaba demasiado lejos y, al finalizar la cena se la plantilla se reunió en la azotea, servirían cócteles y no sé qué cosas más. Decidí subir más tarde, me pondría a ver un programa aburrídismo de esos que ponen a las doce y media de la noche. Pero no pude levantarme porque Lucía tampoco se movió del sitio. Empecé a jugar con los cubiertos y a emitir sonidos infantiles. Soy todo un caso. Me miró de reojo con una mirada taciturna. No le mantuve mucho esa mirada.

-¿Qué te parece la nueva obra?- dijo de repente, mirándome con esos ojos tan brillantes que ya les he dicho.

-Mhm...- tenía la garganta sequísima y tuve que carraspear seguidas veces y dar varios sorbos a mi copa- No me gusta en absoluto. Le noto un tono demasiado prosaico a esa poesía. No me gusta esa mezcla que hace.

No dijo nada pero creo que ni siquiera me escuchó, porque cuando terminé ni siquiera me estaba mirando. No me importó demasiado. Me rellené la copa y seguí bebiendo.

3 comentarios:

  1. "Me gustaba mucho su perfume. En lo general, no me gustan las mujeres que, al sentarse a mi lado en el autobús, apestan a cremas hidratantes y a perfumes caros. Prefiero que se sienten junto a mí fumadoras compulsivas. Pero no, ella no. Lucía olía a nubes, se lo juro"
    Me encanta esa parte *_*
    Tu blog es mi favorito, nunca me cansaré de leerte. Eres muy buena, Rocío. No pares nunca :)

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  2. Me encanta como sales en al foto, estas preciosa! Y el texto, uno de los que mas me han gustado.

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  3. Me veo en la obligación de decirte que estoy profunda y seriamente enamorada de tu blog. Pero como coño puedes escribir tan bien!? Apuff .. y encima estás preciosa en esa foto. Joder Rocío, eres mi ídolo.

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Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.