(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


viernes, 25 de diciembre de 2009

Sí, Julie.

Arropada entre una manta de color verde apagada, la televisión
emitía programas infantiles, los cuales, sus hermanos miraban
atentos. En la planta más baja se escuchaban voces. Otra vez sus padres discutían.
Su madre era la única que hablaba. Imaginó a su padre con los ojos
clavados en la pantalla del ordenador escuchando, cansado, las insufribles palabras de su madre.
-Estoy harta- repetía estridentemente una y otra vez con la voz arrastrada en lágrimas. Solo de vez en cuando la voz grave de su padre lograba hacerse un hueco en la conversación, pero no tardaba mucho en hacerse totalmente muda.
Salió precipitadamente del salón. Notaba como los jugos comenzaban a ascender por su garganta. Cuando llegó a la taza todo el vertido se había quedado por las escaleras. Abrió el grifo y se desnudó. Los tonos amoratados de sus párpados amarillearon y las heridas de su costado ya comenzaban a cicatrizar. Se sumergió en el agua, sería más fácil esperarle ahí abajo. Notó cosquillitas en los pies cuando, al abrir los ojos, él estaba sentado horcajadas encima suya. Se impulsó hacia atrás para dejarle sitio.
-Te estaba esperando- dijo acurrucada en uno de los extremos de la bañera.
Él puso su pierna entre las dos piernas de ella. Se mordió el labo inferior cuando él dijo:
-Lo siento, he perdido el autobús y no me sé demasiado bien los horarios de los trenes. ¿Qué tal te encuentras, Julie?
Ella, aún excitada, cogió el champú y comenzó a lavarse la cabeza.
-Me duele todo. Quizás no sea buena idea acompañarte los sábados por las noches. Creo que no caigo demasiado bien a tus amigos, ¿sabes?-dijo algo compungida- Prefiero que me vengas a visitar cuando llegues de esas juergas.
Él bajó la cabeza y no dijo nada. Fue culpa suya y solo trataba de culparla a ella con excusas ridículas.

-Te avergüenzas, ¿verdad?- oyó a lo lejos Pert. La miró juguetear con las puntas de su pelo. Estaba claro que ella esperaba una respuesta y su respuesta no era, precisamente, la que ella quería. Sí. Cada vez que ella giraba las esquinas, él proliferaba insultos que jamás oía. Nunca se la veía acompañada y rara vez te miraba. Todo le era indiferente, por eso la gente la esquivaba. Nunca escuchó conversaciones halagadoras sobre ella y jamás hizo nada por sacarlas. Se arropó en la ignorancia. Ahora que la tenía en frente y magullada realmente se avergonzaba de sí mismo. La quería. No había día que no saliera a la calle sin dedicarle una frase suelta en la distancia. No había día que no mirara las vías del tren paralelas a su casa sin acordarse de ella.
-No. Ya no- dijo atrayéndola hacia él.
-No. Hoy no me apetece- murmuró cuando intentaba deshacerse del cuerpo de Pert.
Salió y se cubrió con una toalla. Pert escuchó silbidos ahogados. Ella prefería hacerlo sola. Se marchó.

Cuando Julie terminó de secarse el pelo, encima del escritorio marrón caoba de su habitación había una nota. La rompió y la tiró a la papelera.


(Ya no te quiero, por eso no aguardo la necesidad de avergonzarme. Ahora te amo)

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