(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


domingo, 5 de septiembre de 2010

Emociones por control remoto.



La calle más transitada de la ciudad avanza a mil por hora mientras me hago hueco entre la muchedumbre. Mientras mis 'lo siento' se me hacen saludos habituales entro en la tienda.


-¿Qué desea?- me pregunta amablemente el dependiente. Me mira insistente viendo que no doy respuesta. Ni siquiera le estoy mirando. Miro indecisa alrededor de mí y no encuentro lo que busco.

-Eh... esto... ¿di...di...digital?- consigo decir.

Me mira perplejo y, a su vez, me responde:

-¿Perdone? Creo que no logro entenderla.

-Sí, esa cosa nueva digitalizada. Electrónica. Llamélo como usted quiera.

-Uhm, esto es una tienda de electrodomésticos. Aquí todo es...- me miró comprensivo. De pronto su mirada se iluminó y asintió suavemente desplazando la cabeza hacia la trastienda- Sígame- dijo mientras me indicaba el camino.

Dentro, las cajas se organizaban en torres y los cables tejían una alfombra sobre el hormigón. Me agobié tanto que comencé a sudar. El pelo se me pegaba en la nuca y el dependiente me guiaba deprisa. Cuando se giró me tranquilizó con la mirada. Su serenidad me estremecía. Pero allí estaba. En un estante. Sólo había uno. No era grande, ni tampoco brillaba. Sólo tenía cinco botones y me esperaba impaciente.

Lo empaquetó y ni siquiera me dijo el precio. No lo pagué. La verdad es que no me dejó.

Notaba que saltaba en la caja. Con exceso de velocidad, atravesé la autopista y, cuando llegué, lo abrí con lágrimas en los ojos. Esto no podía estar sucediendo. Sentía que era feliz. Noté el ambiente desgastado hasta jovial. Me temblaban los dedos y mis dientes chirriaban. Mis manos no sabían cómo sostenerlo. Todo movimiento me atemorizaba. Pulsé el botón del centro y, de pronto, mi número de pie se deproporcionó, el mundo se me antojaba diminuto. Salí a la calle y atravesé la multitud sin sentir un nudo en el estómago.

Por la noche le di al botón de la izquierda y un extraño júbilo se apoderó de mí. Sentía la sangre en mis mejillas burbujear. Me sentía ligera. Tenía el manejo de mis emociones al alcance de mi mano. Literalmente.

Tan sólo fueron los días que lo siguieron cuando mi corazón mostró rechazo a esa nueva percepción de la vida. Cuando ese alboroto sanguíneo se le venía grande. Las bocanadas de oxígeno se acabaron por el momento. Me deshice de las pilas.

Estoy en off hasta que mis pulsaciones cambien de parecer y me dejen ser.

2 comentarios:

  1. Qué genial, a veces echo en falta ese botón de "comerse el mundo hoy". Me quito el sombrero ;).

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  2. ¿Sabes? Las avispas y las abejas me dan fobia (por lo que tienes en comentarios) (:

    No sé si sería bueno que todos tuviésemos un mando para controlar las emociones (si es que he entendido bien el texto), ser espontáneo, llorar como un río o sonreír hasta que te explote el corazón. Pero todo en su momento (:
    Escribes realmente bien.

    Y de la foto me gusta sobre todo la sombra, para que algo quiera salir de ti.

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