(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


sábado, 17 de abril de 2010

Morir en vida es el proyecto vital de las personas que aman.

Eran las ocho y media de la tarde y los valles de las montañas acunaban a los tonos cálidos del atardecer, mientras que el tintineo y la alteración de la ambiente servían como nana para hacer dormir al sol. Alejados de esta paz y de esta solemnidad se encuentran los vecinos del cuarto, los zoológicos y las farmacias. En una de ellas, Julie, que, con los ojos cansados, mira el horizonte a través del cristal. Necesita algo para calmar el dolor de cabeza que taladra su frente y que estalla a gritos por sus oídos.
Cuando llega a casa el cesto de la ropa está vacío y las tazas de café en el fregadero, limpias. En es salón las cortinas están hechadas y las maletas hechas. Pert la espera en la esquina y ella le besa, apresudaramente.
-Cariño, deberías de estar ya lista.
-Lo sé. He tenido que acercarme a la farmacia. Sabes que no tardo.
-Pero ponte guapa. Es importante.
Las medias se ciñen a las piernas de Julie y el vestido verde alcanza sus rodillas. En realidad no queda mucho para que el rosa de sus labios se ahogue en las valdosas del local, hecho trizas, al igual que su copa y para que el rimmel de sus ojos se lleve su mirada hacia sus mejillas.
-Estás preciosa- dice Pert con la mirada perdida en las comisuras de Julie.
El lugar vomita lujo y alcohol por cada una de sus grietas y las personas que no dejan de entrar y de salir de él, se acrecionan bajo el arco que da a la entrada. Las mujeres, pese a su baja estatura, lucen más piernas que vestido. Mientras que ellos lucen trajes, corbatas y pajaritas. Los amigos de Pert rodean a la pareja y Julie se ve obligada a salir. En la barra pide un refresco, el cual resbala por su garganta creándole un quemanzón en el esófago que la hace vizquear, que asciende de nuevo y acaba en el suelo. Al igual que su mirada. No puede despegarla de allí. Sabe que el local entero se sitúa sobre sus tacones de aguja, sobre su vestido verde y sobre el vómito al que no quita ojo. Comienza a tambalearse sobre sus piernas y el olor náuseabundo le provoca náuseas.Si miras bien entre tanta oscuridad puedes ver que Julie cierra los ojos cuando sus rodillas se desvanecen y chocan contra el suelo con un golpe sordo. Ha visto como Pert, avergonzado, se ha unido a las risas de los demás, mientras la señalaba con el dedo. Hubiese preferido que toda aquella muchedumbre la hubiese pisoteado cuando sintió el corazón anudado en las costillas. Lo normal es que enrojecieras de vergüenza y que llorases bajo las palmas de tus manos, mientras que tu pulso, acelerado, se desborda por los poros. Pero a Julie ha sido engullida por su propio corazón. Nunca sintió tener uno y sólo en momentos en los que sentía un nudo en la garganta podía notar como su rostro palidecía o  como un agudo escozor rasuraba su pecho. Se le hundían los pies en algo similar al lodo, pero peor. Algo que siempre tiraba de sus pies y que siempre que los veía correr, los ataba con fuerza. Por miedo a que echasen a volar. Se levantó con la mirada cabizbaja y, al llegar a casa, deshizo su maleta y comenzó a desenredar su corazón. Pensó en desenredarlo con sogas, cuchillas o calmantes, pero optó por volver a llenar la maleta y esperar a Pert en el recibidor. Morir en vida es el proyecto vital de las personas que aman.





4 comentarios:

Tic tac. Déjame tantos segundos como quieras.