(todo hubiese sido diferente si nos hubiera pasado, todo aquello, en la azotea más alta de cualquier ciudad)


sábado, 5 de septiembre de 2009

Hace al amor con el aire.


La música de sus cascos le aturdía. Pero vamos a ver, ¿cómo es que no se ha quedado sorda?, pensó Hanz.

-¿Vas a cenar o algo?

No hubo respuesta como era obvio asi que elevó la voz y formuló la misma pregunta.

-¡¿Vas a cenar algo?!

Seguía sin haber respuesta. La miró. Estaba completamente perdida en golpes y chillidos, no entendía cómo era posible la resistencia de sus oídos. Se acercó y lE dió un par de toques en el hombro. Ella se sobresaltó y se giró apresuradamente.

-¡Joder! ¿Qué quieres? ¿No puedes llamarme o algo?

Hanz suspiró.

- Lo he hecho, Zemelyth. La próxima vez que quieras o te propongas a oírme baja el volumen. Mi pregunta era que si vas a querer algo de cena.

- Ah, no gracias.

- Como quieras. De todas formas no sé porqué te pregunto, te sabes hacer la cena tú solita.

Le molestó el tono irónico e indiferente con el que se expresó Hanz pero mantuvo la boca cerrada y le siguió. Arrastraba los pies y se rascaba la nuca. Bostezaba. Se rascaba la entrepierna. Paró en seco se giró y se sobresaltó. Ahí estaba ella siguiéndole. Se mostraba diferente. La veía guapa y descansada.

- ¿Qué haces siguiéndome?

- No lo sé.

No siguió con la conversación porque no le veía sentido alguno. Entró en la cocina, como siempre, arrastrándose, abrió la nevera y se sirvió embutido en un plato. Después se dirirgió al salón, se sentó en el sofá y empezó a comer. Mientras, ella observaba con mirada lánguida la boca de su compañero, ¿cómo se podía comer de tal forma? No comía, engullía y además producía soniditos. Le recordaba a su madre, la ponía histérica que no cerrasen la boca al masticar alimentos y más que hicieran ruiditos. Terminó de engullir el queso, el jamón y el lomo y eructó. Miró a Zemelyth por si extrañaba por tal actuación pero ella mantenía el semblante serio, como siempre.

- ¿Seguro que no quieres nada?

- No, después de ver tu saliva mezclándose con el queso y el jamón a una se le quitan las ganas.

- Vaya.

- Eres un cerdo comiendo.

- Bueno, tú tienes mal gusto.

- No hablemos de mal gusto aquí.

- Vale. ¿Has encontrado trabajo?

- Sí. De ayudante en una editorial.

- Oh, genial.

Zemelyth se levantó y su estómago rugió. Se ruborizó y escuchó las risitas ahogadas de Hanz. ¿De qué te ríes, cabrón?, pensó. Del mismo modo que hizo anteriormente Hanz, se dirigió a la cocina y sacó una bolsa de patatas con sabor a queso. Las odiaba a muerte pero el jamón le revolvía el estómago. Entró en el salón y encendió la televisión. En frente él la observaba. Últimamente se maquillaba los ojos con un negro mate y los labios de un rojo carmín, le hacía el rostro extraño pero de todas formas se sentía atraído hacia él.

- ¿Y tú familia?

Ella masticaba entre arcadas y sin mirarle dijo:

- ¿Qué?

- ¿Dónde está? Ni siquiera eres mayor de edad.

- Lo sé, una no actúa como debe.

- Ah, ¿Zemelyth? ¿Algún apodo?

- Odio los apodos, motes y todas esas tonterías. Zemelyth se lo podría llamar apodo, está abreviado.

- ¿Sí?

- Sí. Zemelieth es el completo. Sé que son parecidos y su pronunciación es exacta pero los centros escolares contrata a gente con pocas capacidades y escriben constantemente mal los nombres.

- No te quito la razón.- hizo una pausa y continuó- Está noche viene Zhessey, mi pareja y querría algo de intimidad.

- Es tu casa, yo me marcho.

- Gracias.

- ¿La quieres?

- ¿Cómo? Claro que la quiero.

- Oh, desgraciado.

- Venga Zemelieth, sabes que no es desgracia enamorarse o querer a alguien.

- Sí, si que lo es. Ocupa tu cerebro la mayor parte del tiempo, es un pérdida absoluta de tiempo dar tanta importancia a un ser tan repugante como lo es el ser humano.

- No lo veo así. Ocupa tu corazón. Éste late con fuerza cada ve que la persona a la que quieres se acerca. Te ves capaz de todo por ella. Llena cada rincón de tu cuerpo. Es que no se puede explicar, Zemelieth.

Ella soltó una estruenda carcajada.

- ¡Por favor! ¿Qué corazón? Es solo una bomba muscular, inculto, no hace más que impulsar sangre a tus órganos. El cerebro es el que siente, es él quién hace que tus latidos se aceleren cuando tus ojos reciben la imagen de ese desecho humano.

- ¿Nunca has estado enamorada?

- Yo no entiendo al amor. Es un sentimiento egoísta y agrío. Lo que produce es tensión y la tensión te corrompe tanto que hasta te duele respirar. Es un sufrimiento constante por algo efímero.

- El amor va más allá de eso. Ya que te oigo decir esto deduzco tu promiscuidad.

- Te equivocas. No me gustan las relaciones de semana o mes y medio en las que solo predomine el sexo y la saliva. ¿No ves lo jodidamente fáciles que son? El esfuerzo es nulo, por eso lo esquivo. Sí, me gustan las relaciones y ver a parejas que llevan años entregándose uno al otro, más que nada por su complejidad y esfuerzo. Resulta realmente difícil y por eso me atrae la idea pero mi modo de ser y de actuar me excluyen por completo de esa opción. No solo excluyo al resto, me excluyo a mí y a mis posibilidades. Llevo años optando por lo de amigos con derecho a roce. La amistad es un estado más satisfactorio que cualquier otra cosa. Puedes contar con ellos, no confiar, o al menos desde mi modo de ver las cosas. Ellos te sacan virtudes de donde no las hay y te hacen sonreír, les quieres y les aprecias y según mi regla, si quieres sobrepasas los límites. Besos, abrazos, sexo desenfrenado y detrás de ello amistad, amistad y amistad. Obvio, los celos no tienen nada que hacer aquí.

- Me fascinas pero, ¿qué pasará cuando creas que dependes de alguien porque, por desgracia, te has enamorado?

- Ese día me golpearé y guardaré mi sangre en la boca del ser que me haga sentir eso. En pocas palabras, nunca. Soy independiente y se dar por echo que me soy autosuficiente. Soy muy impaciente, demasiado, pero no tengo impaciencia por la llegada de personas que sientan afecto hacia mi persona, más que nada porque hasta que surga me lo puedo proporcionar yo sola.

- Zemelieth...

Ella se ablanzó sobre él y comenzó a desabrocharle los pantalones.

- ¡Zemelieth! ¡Basta!

- Como quieras, Hanz. Pero como ya te he dicho no os necesito, si me permites me voy al baño. ¿Tú crees en el amor? Pues yo creo en los orgasmos.

Se metió en la ducha y comenzó a tocarse. Ahogó sus gemidos y su piel desnuda se estremecía de placer.


2 comentarios:

  1. Qué chulada de gafas!

    Y sí, estoy segura que no te gusta oir esto después de una entrada tan larga: pero me gustan tus gafas!

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  2. Vaya, vaya con Zemelieth... Claramente no ha conocido ningún tipo de amor ni cariño o afecto. No debería cerrarse tanto. Todo llegará, en algún momento.

    =)

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